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Mostrando las entradas de junio, 2017

Deliración 523: Reclamos

Por un lado...

¿Por qué no me dedicaste mucho tiempo?
¿Fue algo que notaste en mí? ¿Algo que sobraba? ¿Algo que faltaba? ¿Algo que fallaba? ¿Acaso era tan aburrido?
¿Fue por culpa de alguien más? ¿Alguien que te reprimía? ¿Alguien que te alejaba? ¿Alguien que te requería? ¿Alguien que te cautivaba?
¿Fue por algun otro motivo? ¿Por trabajo? ¿Por necesidad? ¿Por instinto? ¿Por costumbre?
¿Por qué tanto de este sentir que no valgo la pena?

Por otro lado...

¿Por qué me dedicaste tanto tiempo?
¿Por qué no rehiciste tu vida? ¿Por qué no seguiste tu rumbo? ¿Por qué me tomaste como excusa? ¿Por qué hacerme responsable de tu estanque?
¿Por qué no fuiste mas egoista?
¿Por qué esa necesidad de sobreprotegerme? ¿De hacerme sentir indefenso? ?De burbujearme? ¿De asfixiarme?
¿Por qué tanto de este sentir que no puedo valerme por mi mismo?

Deliración 522: Hasta los huevos...

Inspector y compañero tomando café en vereda de bar. Gritos. Se vuelven sorprendidos. Vidriera de fiambrería contigua se esquirla. Cabeza de compañero estalla (ruido de sandía aplastada bajo rueda de auto). Inspector se escuda con mesa de plástico y desenfunda chumbo. Cuerpo de compañero cae a su lado. Se miran. No se escuchan disparos, pero gente se derrumba muerta o herida. Inspector coordina. Gente intenta acatar órdenes y busca esconderse como sea. En vereda de enfrente no hay herido alguno, sólo gente corriendo. Inspector alza vista, busca entre ventanas. Sospecha de tres. Descubre cañón de rifle asomándose entre cortinas de cuarto piso de edificio número 2124. Tirador dispara. Evita que gente escape. Pastorea. Cinco oficiales se acercan corriendo. Tirador dispara. Inspector coordina, cruza calle y entra a edificio junto con tres oficiales sobrevivientes. Oficial 1 sube por ascensor; inspector y resto, por escalera. Detienen sospechosa 1 que está bajando desde segundo piso. Oficial 2 se queda con ella, la somete y reduce. Llegan a cuarto, oficial 1 está esperando. Hay tres departamentos, uno con puerta abierta. Se meten, está vacío. Junto a ventana encuentran rifle. En piso, bomba estereotipo con reloj despertador y todo. Inmovilizados por pánico. Inspector... Inspector inconscientemente ecualiza su cognición y anula el ruido del mundo, sólo oye la respiración de los oficiales 1, 3 y 4 (a pesar de que éste permanece en el pasillo). Pero no le interesa... no oye la suya. Se concentra. Su respiración, su corazón... ¿dónde están? ¿por qué no los escucha? ¿Por qué no los siente? Escucha los otros, pero ¿dónde los suyos?  ¿Los suyos? Martita, los chicos... Los ve, los oye, los siente... Sus gritos, sus llantos, sus quejas, sus risas, sus voces... Ellos... Sus ellos y él... Su vida... Su legado... Su memoria... Ser sólo un recuerdo, nada más... Entonces oye su corazón contundente como una estampida y su respiración caliente... expirando... Inspector... Inspector reacciona. Levanta bomba y arroja por ventana. Oficiales se miran sorprendidos. Bomba estalla. Edificio se sacude y cimbronazo desparrama policías por piso. Lluvia de vidrios y escombros. Gritos, gritos desesperados. Alarmas. Inspector se levanta, mira a oficiales. Están bien, todos están bien.

Inspector coordina: "Vamos a tener que inventarnos algo rápido y ponernos de acuerdo", dice tratando de controlar temblor en rodillas, "porque estamos hasta los huevos, muchachos..."

Deliracion 520: Ofendido

_ Me gusta coleccionar cosas… souvenirs, digamos. Cosas que me recuerden lugares, personas, momentos… Bah, no; que me recuerden no… No tengo problemas con la memoria; yo no me olvido de nada ni de nadie… Los souvenirs son para, no sé… Para mantener presentes a esos lugares, a esas personas… Para mantenerlos tangibles, ¿no? Reales… Más que para revivir esos momentos son para saber que fueron ciertos, eso… Me sirven para saber que estuve ahí; que yo estuve ahí y que no lo inventé, ni lo imaginé… Muchas veces confundo las cosas, tengo una imaginación muy vívida… Como que mi fantasía es muy cotidiana; y bueno, me confundo… Yo recuerdo todo, incluso mis sueños y los sueños que tengo despierto… Todo lo que ocurre y todo lo que se me ocurre… Yo lo recuerdo todo... Y por eso estos souvenirs son tan importantes… Mi colección, mi vida…

_ ¿Y eso es algo que supuestamente diría yo?

_ Sí, más o menos… Coloquial, pero con estilo…

_ Yo jamás diría algo así…

_ Pero eso no importa…

_ ¿Ah, no?

_ No, porque vos sos la inspiración, y yo te reinvento…

_ No entiendo…

_ ¿Qué no entendés?

_ Todo… Esto… ¿Qué es esto? ¿Un cuento? ¿Qué querés contar de mí?

_ No, más que cuento es… no sé… yo lo veo como una poesía casi, pero en prosa… un ensayo poético, eso…

_ No entiendo porqué… ¿una poesía? ¿Me estás haciendo el levante?

_ No, no; nada que ver… no es sobre vos…

_ ¿Cómo que no es sobre mí? Si me dijiste que escribiste eso sobre mí...

_ No, es que vos me diste la idea… Como el otro día contaste lo de tu colección y demás…

_ ¿Mi colección? ¿Qué tiene de raro mi colección? ¿Qué tiene de raro juntar cosas? Todo el mundo colecciona cosas… Vos coleccionas revistas; historietas, me dijiste… ¿Qué te importa que yo coleccione mis cosas? ¿Qué tiene de malo? ¡Nada! ¿Por qué vas a escribir algo sobre mí? ¿Qué me querés decir? Que soy raro, ¿eso me querés decir? Yo no soy distinto; ¡yo no soy raro!

_ No, pero no quise decir eso; no pensé que te iba a molestar… Es algo que escribí, nada más…

Deliración 519: Sereno 19

Manolo Dalma, el fiscal a cargo de la investigación, deja el informe sobre su escritorio. Pasa la mano sobre las gruesas carpetas que contienen todas las fotos y los reportes periciales. Kilos de papel, litros de tinta. Hace una mueca, suspira y alza la vista hacia Sergio Galván, el inspector adjunto.

_ Mire, Galván; todo bien con el taller de escritura que está haciendo, pero no le puedo mandar un informe confesional así al juez y usted lo sabe... Ya lo hablamos a esto...

Galván baja la vista un poco avergonzado y otro poco ofendido.

_ Bueno... es... es un borrador, digamos... El tipo ya firmó, pero...

Comienza a rumiar una disculpa, pero a medio camino se arrepiente y decide arriesgarse:

_ ¿Pero por lo menos le gustó?

Dalma resopla y mira para un costado, pedaleando con su pie derecho para calmar la ansiedad; aunque en realidad se trata de un gesto adquirido por la costumbre. Galván, de repente, anticipa una puteada; comienza a transpirar sus manos y se le seca la graganta. Sin embargo, Dalma lo sorprende con una sonrisa complice:

_ Sí, Galván..._ musita Dalma_ Me gustó mucho...

Deliración 518: Sereno 18

Luciana mentía. No estaba sola ni estudiando; sino que miraba televisión mientras Andrea lavaba los platos. Los gritos llamaron la atención de Mónica que estaba jugando un solitario en el comedor del 4to B. Se asustó y fue a buscar a Sabrina que estaba aislada por su auriculares editando un video. Despertaron a Lorena, quien a pesar de su resaca mandó a Mónica a llamar al sereno de turno. Por su parte, ella y Sabrina decidieron llamar a la puerta del 4to A.

Mónica no encontró sereno alguno en la planta baja, pero se cruzó con Augusto que volvía de básquet. Juntos volvieron al 4to. La puerta del ascensor se abrió y lo descubrieron desnudo y barnizado en sangre, pelos y cuágulos. Trataron de evitar que abriese la reja corrediza, pero la desencajó con el peso de su cuerpo. Mónica se zafó del bloqueo y saltó fuera de la cabina. Trató de seguirla, pero Augusto cerró la puerta corrediza y embretó sus manos. Mónica resbaló y cayó por las escaleras, pero pudo levantarse en el entrepiso y continuar su fuga.

Augusto trató de zafarse, pero el acusado le apuñaló con los pedazos de espejos que estallaron en el frenesí del forcejeo. Parte del cristal se partió dentro de la cavidad de su ojo y, al bajar la guardia, le abrió la garganta. Augusto cayó de rodillas y se arrastró hasta su departamento. Luciana estaba desnuda en el medio de la habitación, sus piernas abiertas y el interior de su cuerpo desparramado sobre sus pechos. Lorena, aún en pijamas, estaba acurrucada contra la pared contra la que le había machacado la cabeza. Sabrina lloraba cubriéndose el torso desnudo. Sus piernas estaban dobladas de manera poco natural y no podía moverse; sólo lloraba un llanto mudo y agudo. El cuerpo de Andrea, embutido en ropas y abatido sin mucha violencia, asomaba detrás de la mesa; sus manos aún sujetaban un cuchillo con el que no había logrado defenderse.

El acusado intentó seguir a Mónica, pero desistió y volvió al depto. Pateó el cuerpo de Augusto dentro y trabó la puerta a sus espaldas volcando una de las bibliotecas encima. Clavó su mirada en Sabrina, le bajó los pantalones a Augusto y lo penetró a gritos, bombeando la sangre del cuerpo que se surtía a chorros por el garguero. Entonces comenzó a llorar y lloró desconsoladamente. Se desacopló de Augusto y dejó ver su miembro flácido, inútil y mugriento. "No sirvo para nada", se confesó y se acercó a la chica pretendiendo una sonrisa. Le apartó las manos de sus senos y le acarició los pezones. "Arrancarlos... como pétalos...", murmuró. Le secó las lágrimas y metió el pulgar bajos sus labios para sentir sus dientes, presionando sólo apenas. "Puedo partirlos... y obligarte a que los tragues". Se sumó al llanto. La abrazó y buscó consolarla y consolarse, pero pronto se cansó del tierno rechazo de Sabrina.

Comenzaron a golpear la puerta y la barrera que había improvisado no soportaría demasiado. Se levantó, tomó el cuchillo de las manos de Andrea y se arrancó un testículo. Se volvió a Sabrina y se lo ofreció. Ella trató de escaparse, pero la parte inferior de su cuerpo seguía sin responderle. Él insistió entre lágrimas y presionó su criadilla contra sus labios.

Entonces abrieron la puerta.

Deliración 517: Sereno 17

Cuenta que el resto de la jornada se la pasó despierto, que no recuerda si volvió a su casa ni si durmió algo durante el día; sólo que, cuando llegó la noche, se descubrió sentado en el escritorio del edificio de Laprida y Cañada. No recuerda haber llegado ni haberse cruzado con nadie, pero supone que debe haber conversado con más de alguno porque tenía el termo cargado con agua caliente (gauchada que solicitaba a distintos inquilinos al azar).

Cuenta que habían pasado más de ocho meses desde la última cacería. Si bien no refiere detalles, esa última vez no la había pasado tan bien tampoco, pues que no había alcanzado el orgasmo. Ya no lo disfrutaba tanto; de hecho, se había aburrido.

Cuenta que sin saber muy bien qué hacer, revisó entonces su teléfono por pura costumbre. La primera publicación que se manifestó en Instangram fue la última de Luciana: la portada de un apunte fotocopiado que leía "Estática y Resistencia de Materiales" junto a un mate cebado y su mano con uñas pintadas de negro acariciando el título. Bajo la imagen, su descripción prometía "Estudiando sola en casa #finales !!!"

Cuenta que lo tomó como una invitación y subió al 4to piso.

Deliración 516: Sereno 16

Preguntado sobre la masacre del 4to piso, guarda silencio y de repente comienza a contar sobre una tal Melina, una chica de otro edificio. Cuenta que, si bien era atractiva, nunca le había llamado la atención; ni siquiera lo suficiente como para meterse en su departamento. Resulta que una noche la vio llegar llorando (cosa que no le resultaba muy extraña tampoco, pues que muchas llegaban en ese estado después de pelearse con novios, novias o amantes; manifestando algunas recurrentes signos de palizas) y por primera vez en su vida sintió una urgencia casi paternal de calmar esa pena. Una manifestación de súbita empatía, sin vestigio alguno de sexualidad ni violencia. Le preguntó qué pasaba y, sin que pudiese controlarlo, simplemente la rodeó con sus brazos... sin sujetarla, sino conteniéndola. Ella lloró sobre su pecho y luego le abrazó como pudo. Él sintió que su vacío se llenaba de angustia e, inesperadamente, se le acalambró la garganta. Desconcertado, no supo que hacer y se dejo llevar guiado por la mocosa. Se sentaron en los peldaños de la escalera y ella le contó su desgracia tan superficial y evitable que no pudo sentir otra cosa más que ternura.

Al cabo de una hora (o quizas dos, o tan sólo 30 minutos), ella se calló; ya había contado todo lo que tenía para contar. Le sujetaba las manos, jugeteando apenas con sus dedos tan finitos. Levanto la vista hasta sus ojos, expectante; acostumbrada a la manifestación sexual tras un acto de confesión. Él simplemente le sonrió serenamente, le besó la frente y la mandó a dormir. Ella devolvió la sonrisa sintiendose desahogada, reconfortada y agradecida. Se acomodó el pelo detrás de sus orejas, se puso de pie planchando su falda con una memoria muscular prolijamente inconsciente y corrió las rejas del ascensor. La despidió y se apoltronó ante su enclenque escritorio de aglomerado humedo y sarnoso.

Al cabo de una hora, decidió entrar en su departamento. Melina vivía sola y ya estaba durmiendo. Sobre la mesa de luz había un cubo de cristal que iluminaba la habitación refractando la luz que entraba por la ventana. "Recuerdo de Mar de Ajó", leía.

Entonces sonó el timbre. Melina despertó y lo descubrió de pie a su lado. Comenzó a gritar sin siquiera reconocerlo. Su instinto de supervivencia se activó, tomó el cubo y lo emprotró en la cráneo de la chica. Melina se sacudió y de repente sus extremidades dejaron de responder correctamente.

Sin saber muy bien qué hacer, se dirigió a la cocina y levantó el auricular del portero eléctrico sin decir palabra alguna. Del otro lado, el novio de Melina le pedía que le abriese la puerta, que quería hablar, que sabía que se había comportado como un boludo. Él presionó el botón y le dejó pasar. Lo acuchilló en silencio, le recortó el rostro y dejó los colgajos de piel sobre el pecho de Melina. Cuenta entonces que la desnudó encurioseado por la sangre y la cercanía de sus tetas; pero la descubrió demasiado plana e infantil, y sólo sintío vergüenza de sí mismo.

"Pobre chica", dice; "supongo que todavía no la encontraron".

Deliración 515: Sereno 15

Lorena tenía 23. Era de Ceres y estudiaba Asistencia Social. Mónica tenía 24, y era compañera de Lorena en la Facu. Ella era de Santa Rosa. El hermano de Lorena había estado viviendo con ellas hasta fines del año anterior, pero a partir de enero se fue a vivir con unos amigos a unas pocas cuadras de distancia. Entonces se incorporó Sabrina. Ella era prima de Lorena, pero era de Rafaela. Tenía 18 y estaba en el primer año de Publicidad.

Buenas minas, muy simpáticas y abiertas. Mantenían noviazgos con muchachos de sus ciudades de origen y un par de relaciones paralelas y no muy clandestinas en Córdoba y sus alrededores. Nada fuera de lo normal, digamos.

Lorena y Mónica participaban como voluntarias en varios programas municipales de asistencia social; principalmente, haciendo de "che, pibas" en los laberintos burocráticos de las distintas secretarías de la ciudad y sus correspondientes provinciales. Lorena tenía particular debilidad con los niños y Mónica con los ancianos.

El tío de Lorena había desaparecido en la dictadura y su figura siempre estuvo presente en su fantasía idealista: "el tío le daba de comer a los chicos en las villas", le decían y agregaban que "por eso lo mataron".

Mónica había crecido frente a un geriátrico. Cada noche escuchaba a los viejitos gritar y pedir ayuda. Supuestamente no les pegaban, pero tampoco los trataban muy bien; los mantenían hacinados y sucios, en condiciones bastante vergonzosas. A veces se los cruzaba en la vereda y le pedían de comer. Cada tanto se escapaban, pero los descubrían antes de llegar a la esquina. Sus padres denunciaron las condiciones del lugar a la policía y a la municipalidad, pero en ese entonces no había normas estrictas al respecto; y, por otro lado, los familiares jamás presentaron queja alguna.

Sabrina había empezado publicidad sin que le interesase mucho el tema, pero estaba persiguiendo a un chico que le gustaba desde hacía 3 años: el mejor amigo del novio. Todavía no había pasado nada entre ellos, pero ella explotaba todas las oportunidades que se le daban para acercarsele y hacer grupo con él. El chico se prendía en el histeriqueo, pero no concretaba ni amagaba mucho por temor a lastimar al amigo. Para su sorpresa, Sabrina resultó tener una facilidad innata para los remates y slogans publicitarios. De hecho, había sido apadrinada por una de las profesoras de la facu y la había invitado a sumarse como pasante en su estudio.

Mucha onda no tenían con las del 4to A, pero Luciana les caía bien; Andrea les resultaba insoportable, y Augusto... bueno, apenas lo registraban.

Deliración 514: Sereno 14

Andrea era más grande, tenía más de 40. Luciana, su hermana menor, unos 20 años menos. Andrea se había recibido de farmacéutica y trabajaba en la administración de los dispensarios municipales. Luciana todavía no era autosustentable y estudiaba Ingeniería Química. También tenían un hermano en el medio, Augusto, que estaba por terminar medicina (sin saber si iba a hacer residencia o si le gustaba la profesión siquiera).

Los padres también vivían en Córdoba, pero en barrio Jardín. Les habían regalado el departamento de Laprida y Cañada cuando Augusto había comenzado a estudiar. Era una familia que había sabido mantener y heredar su jerarquía en las dependencias públicas provinciales y municipales durante generaciones, sin importar el tinte político o militar oficial.

Andrea había estado a punto de casarse unos 7 años atrás, pero el tipo la dejo por insoportable. Desde entonces renunció a las relaciones formales y se dejó estar. Era pesada, mañosa y había encarado el personaje de vieja solterona.

Luciana fantaseaba con la idea de terminar la carrera e irse a España donde vivían unos primos. Al igual que su hermana, no mantenía ninguna relación formal ni estable; pero, a diferencia de Andrea, lo hacía porque consideraba que arriesgaba su proyecto de fuga.

Augusto era virgen y jugaba al básquet, a pesar de ser petiso y gordito.

De los tres, Luciana era la más agradable; pero eran un grupo muy cerrado y reservado. No mantenían mucha relación con las vecinas del 4to B; aunque Augusto le gustaba Lorena, pero no se animaba a hablarle.

Deliración 513: Sereno 13

Les llaman guardias, pero no son otra cosa más que serenos; aunque se caratulan como vigiladores. No cargan armas, ni tienen derecho a usarlas; sólo hacen acto de presencia y deambulan espantando curiosos, polizontes y malintencionados que se manifiestan con mayor o menor violencia en los espacios serenados.

El régimen laboral en Argentina está fuertemente reglado.

En ámbitos fabriles o institucionales (tanto públicos como privados), la jornada es de 8 horas por día, pagando el doble por hora entre las 7pm y las 7am. En los edificios residenciales, por su parte, las jornadas son de 12 horas (generalmente, de 8pm a 8am) y día de por medio; es decir, 12 horas laborales y 36 horas de descanso. Sin embargo, los serenos suelen negociar sus jornadas entre ellos mismos (sin que medie la empresa ni supervisor alguno). Así, por ejemplo, algunos deciden trabajar 4 días seguidos, para así gozar de 4 días seguidos de descanso.

Gozan de francos compensatorios por feriados (incluyendo el feriado especial por el día del Vigilador que cae el 27 de abril) y de un Fondo de Ayuda Solidaria para cobertura de seguros de vida y prestaciones asistenciales no médicas.

Permanecen en garitas aledañas al edificio, o en escritorios frente a la puerta de entrada. Chequean quiénes entran y quiénes salen; y sólo abandonan el puesto para ir al baño o hacer la ronda. Comienzan por la cochera y suben por las escaleras hasta el último piso, y luego bajan agotados por el ascensor.

Cabe destacar que la descripción laboral informalmente se extiende a moderar situaciones de conflicto entre vecinos, trasladar borrachos y hacer las veces de portero, plomero y/o electricista amateur.

Al final de cada jornada deben reportar los hechos extraordinarios.

Es un trabajo bastante aburrido y muy monótono; es cierto. Sin embargo, cada tanto se ven enfrentados a situaciones de riesgo extremo o, cuando menos, de estrés. Los robos armados se suceden con mayor frecuencia. Afortunadamente, las medidas de seguridad suelen actualizarse adecuadamente. Son comunes las rejas, y puertas y ventanas blindadas; por lo que, un edificio en Córdoba es (hoy en día) una jaula… una celda.

Deliración 512: Sereno 12

A partir de los 29 comenzó a aflojar y trocó cacería por fisgoneo.

A la hora de la siesta solía meterse en las casas de sus vecinos mientras ellos trabajaban; y, por las noches, mientras dormían. Disfrutaba sobremanera del vértigo que le generaba espiar a presas que podían despertarse en cualquier momento. Le divertía ese exceso de cautela para no hacer ruidos ni movimientos bruscos ni generar esa sensación de ser observado que podía llegar a despertar a una persona. Había perfeccionado la técnica ensayando durante meses deambulando por los pasillos y dependencias del Hospital Pediátrico mirando durante horas a los chicos internados, escuchado sus respiraciones hidráulicas y asistidas.

Cuando cumplió 30 empezó a trabajar de nuevo; esta vez como sereno o guardia de seguridad. Lo había recomendado un conocido del ferretero de la esquina de su casa. Su mundo, de repente, se amplió: tantos edificios, tantas puertas, tantos departamentos, tantas habitaciones y tantas chicas. Tantas chicas con sus computadoras y sus videos y sus fotos y sus cajones y sus cartas y sus diarios y sus ropas y sus bombachas y sus camas y sus perfumes y, por sobre todas las cosas, sus desodorantes a bolilla.

Por ese entonces descubrió también las redes sociales. El mismo "mono Verdú" le había comentado una tarde que vigilaba a los chicos de la parroquia por Facebook y Twitter. Empezó a seguir a chicas del club, ex compañeras del colegio, estudiantes que vivían en los edificios que cuidaba y amigas de amigas de amigas desesperadas por ser notadas por alguien siquiera. Su favorita era… es... Instangram.