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Mostrando las entradas de agosto, 2015

Deliración 480: Coming soon...

Evidentemente tengo un problema para finalizar las cosas, es el efecto colilla: soy un gran avance de lo que podría llegar a ser.
...
Encima repetitivo, porque algo parecido ya había dicho antes... un eco de lo que prometía...

Deliración 479: BigBalaBoluda 6

_ ¿Todo bien?_ el otro inspector se asomó al balcón, pero manteniéndose lejos de la baranda.
_ Sí… mi mujer que no responde, nomás…
_ ¿Se pelearon?
_ No, bah; no sé… ¿Qué sé yo? Que yo sepa, no… No, no nos peleamos; no sé porqué no contesta. Es raro…
_ No sé, ¿querés ir a ver si está bien?
_ No, dejá; no importa… Debe estar, no sé… bañándose, ponele…
_ Bueno, vamos a empezar con las fotos; ¿querés venir o…?
_ Sí, ahí voy…

Cruzaron el marco de aluminio berreta y comenzaron a sacar fotos. Ellos señalaban y el fotógrafo registraba. Elaboraron teorías y describieron los hechos como podrían haber sucedido. Se refutaban, se contradecían y se rectificaban. Después de un par de horas habían alcanzado un consenso que no disentía mucho con el relato de las pericias anteriores: era la misma persona, el mismo asesino. "Lo mismo, siempre", se dijo.

Esa vez le tocó hacer el informe a él también.

Deliración 478: BigBalaBoluda 5

El otro se alejó y se abrió paso hasta el balcón. Llamó a su mujer, pero al cabo de treinta segundos atendió el contestador. Insistió: ídem. Se apoyó sobre la baranda y miró hacia abajo, hacia la calle. “Qué raro”, dijo de nuevo, pero esta vez para sí mismo. Escuchó la sirena de una ambulancia y la siguió girando la cabeza sobre el eje de su cuello hasta que se perdió de vista. Entonces sonó su teléfono: era un mensaje de uno de los muchachos con los que jugaba al fútbol los jueves; una foto de un travesti en bolas. Se sonrió. Buscó el contacto de su esposa: hacía poco menos de una hora que ella había utilizado la aplicación por última vez. Le envió un par de mensajes: “donde estas?”, “todo bien” y después el “?” que se había olvidado. Esperó; sin embargo, las notificaciones le indicaban que los mensajes no habían sido recibidos.

Deliración 477: BigBalaBoluda 4

_ ¿Pasó algo?
_ No, no; nada… mi mujer… _ pero terminó la frase con un gesto de “no importa”, y guardó el teléfono en el bolsillo (aunque no lo soltó de su mano). Levantó la vista y vio, en la ventana de la cocina, la palma de una mano; o, por lo menos, su sello estampado con sangre.
_ Nos está saludando… _ dijo el otro inspector, siguiendo el destino su mirada.
_ Se burla, sabe que estamos en bolas…
_ Ya se va a pisar solo; a tipos así, en cualquier momento, les pica el bicho de la fama y se mandan al frente. Hay que esperar nomás…
_ Sí, pero mientras tanto, los que quedamos como unos pelotudos somos nosotros… _ dijo manifestando una resignación severa, de esas que si se mezcla con alcohol hace que la bronca se humedezca con lágrimas. Cerró lo ojos y se tomó lo que quedaba del café, sin siquiera saborearlo; lo importante era quemarse la garganta.
Se quedaron en silencio, uno mirando al piso y el otro con la vista perdida a través del manchón que se encostraba sobre el vidrio.
_ Lo que me jode es no poder hacer nada, viejo… _ se confesó y volvió a sacar el teléfono de su bolsillo. Ambos se quedaron mirándolo, uno sin comprender su simbolismo y el otro intentando tomar una decisión. Alzaron la vista y redescubrieron al portero que los miraba indiferente. El inspector cabeceó alzando el mentón, como preguntándole qué quería. El portero se alzó de hombros:
_ ¿Yo qué hago? ¿Me quedo, me voy?
_ Usted se prepara unos buenos mates, ¿qué dice?
_ Y bueno…

Deliración 476: BigBalaBoluda 3

En la cocina encontró al portero del edificio. Estaba alterado, como acelerado; enojado y confundido. Otro de los inspectores le preguntaban una y otra vez lo mismo, pero sabían que era al pedo. Descubrió la cafetera (era de esas que se cargan con cartuchos multicolores) y se hizo un café. Se volvió y vio que el portero lo miraba sorprendido.
_ ¿Usted quiere?_ preguntó.
_ No... _ dijo el portero, pero entonces reaccionó (como despertando de un sueño)_ ¿quién va a limpiar todo esto?
Los inspectores se miraron:
_ ¿Qué sé yo? Usted, el dueño del depto... la inmobiliaria…
_ Yo no pienso limpiar esto. _ dijo el portero, convenciéndose a sí mismo.
Tanta simpleza lo enterneció, y se acordó del video. Sonrió. Sacó el teléfono de su bolsillo y buscó la publicación para comentarla; pero no la encontró. Tampoco encontró el perfil de su esposa entre sus amistades. Utilizó el motor de búsqueda de usuarios de la aplicación, pero su mujer había desaparecido. “Qué raro”, dijo.

Deliración 475: BigBalaBoluda 2

El cuerpo estaba trozado y desparramado a la que me importa. Uno de los inspectores estaba numerando todos los pedazos con banderitas amarillas o naranjas. Catorce banderitas y todavía tenía otras cuantas en la mano. La primera lectura coincidía con el modus operandi de los otros siete casos anteriores: la puerta no estaba forzada y los indicios de lucha se manifestaban en el dormitorio, el desmembramiento había ocurrido en el baño y la bañera estaba destrozada a hachetazos. El arma estaba ahí (“impecable”), sobre la tapa del inodoro. La hoja de acero inoxidable (“pristina”, según la descripción del forense) reflejaba el techo salpicado. “Rompió la tortuguita de la luz”, musitó sorprendido ante la novedad de la evidencia y buscó los pedazos de vidrio entre el enchastre del piso (dientes, mechones y cascotes de loza). El olor fuerte del semen se percibía entre el dulzor de la sangre y el ácido de la orina (esta vez, nadie había vomitado).

Deliración 474: BigBalaBoluda 1

Otra vez su mujer publicaba el video con los tres minutos de vida de su hija y la alegría de su llanto y la desesperación de su silencio entre tantos gritos. Él no podía ver más allá del momento en que las alarmas se unificaban en un único pitido agudo (“todavía lo escucho”, se dijo) y decidió pausarlo segundos antes. Tres minutos y después sólo quedó su cuerpo, como un muñeco ("está dormida; está dormida, despiertenla", repetía ella). No supo si darle me gusta o ignorarla; muchas de sus amistades ya la habían desvinculado y otras tantas la habían bloqueado. "Pobre mina", pensó de su esposa; "ella insiste, pero ya nadie le comenta nada; nadie le habla". Cerró la aplicación, apagó el pucho contra la pared del ascensor y corrió la rejilla.
En el pasillo había dos agentes perimetrando el departamento. Los saludó y se metió como pudo, tratando de no pisar la sangre.

Deliración 473: Vago, te dicen; atorrante...

Cuando alguien te dice "el que quiere, puede" o "uno no sabe de lo que es capaz hasta que lo hace", lo que te quiere decir es que (siendo independiente de todo mérito, no nos engañemos) lo que restringe toda ejecución no es otra cosa que la voluntad, ya que las capacidades lo único que hacen es acelerar o prolongar el período que nos demanda y la forma en la que se alcanza/n ese/os objetivo/s.  Sin deseo no hay meta, y el empeño y la tenacidad dependen de ello; por lo que la finitud que coarta nuestra omnipotencia es en principio cognitiva, pero más que nada caprichosa. 



Deliración 472: El cliché 16.-

Recuerdo poco de su relación.

Mi abuelo era un tipo parco y sereno, no había terminado la primaria, pero leía mucho. Le interesaba (por sobre todas las cosas) la política y el fútbol. De los demás, nada; sólo su ferretería. Papá la vendió ni bien el abuelo se murió; y, según mamá, la había regalado.

No recuerdo ni una conversación entre ellos...

Recuerdo, sí, que mi hermano le había preguntado a la abuela porqué no teníamos tío; pero ella se había largado a llorar. Nunca respondió, y no volvimos a preguntar; y al abuelo, nunca nos animamos. Papá una vez dijo que con él tenían suficiente... o quizás quiso decir demasiado.

Deliración 471: 'bla más fuerte...

Fulera como ella sola, ni para alternativa de borracho servía; pero, a partir de las cinco de la mañana, empezaba a levantar de lo lindo y hasta se ponía en exquisita. Era consciente de que, por lo general, no la invitaban ni a desayunar; por lo que tomó la costumbre de caminar a casa después del o los polvos (y es que muy poco dependía de ella en ese aspecto). Tipo seis, siete, ya estaba en la calle buscando satisfacción en alguna panadería nueva (ya que los orgasmos, por lo general, escaseaban).

Había una en particular a la que prefería recurrir cuando estaba en el barrio (y si estaba de ánimos); no por la calidad de las facturas ni de los criollitos (ni por los panaderos), sino por un afiche que tenían colgado frente a una mesa (la única que tenían en el local). Era un poster de Larguirucho cantando un tango. Estaba encuadrado detrás de un vidrio y atornillado a la pared. La humedad del local se había colado hinchando el marco, manchando el papel y empañando salinamente el cristal. Era una revelación de dejadez absoluta, como si se tratase de una ruina ridícula. Sin embargo, para ella, era un detonante.

Se pedía un café con leche sólo para olerlo, cerraba los ojos y deslizaba la yema de sus dedos por la superficie de la mesa (como leyendo el braile de los jeroglificos que se manifestaban bajo las capas de pintura berreta). Recordaba entonces, cuando chica (pero en otra ciudad), a su papá tallando sus nombres en una mesa del comedor del club de planeadores. Ella había dibujado un corazoncito, como sellando su aprobación ante el gesto de cariño. Su papá entonces le había dicho que apretase más la birome así el dibujo lograría imprimirse bajo relieve ya que, de lo contrario, el mozo borraría el trazo cuando pasase el trapo. Ella no se había animado, y le había respondido que no, que prefería así. Su papá se había sonreído por la ternura, y era esa la única sonrisa sin risa que recordaba de su padre. "Sos tan linda, mi amor"; le había dicho.

Abría los ojos entonces y le sonreía a Larguirucho; y entonaba (en voz baja) la versión que ella se sabía de "La vecinita de enfrente"...

Supongo que, cada uno, invoca sus fantasmas como puede.

Deliracion 470: Mujeriego...



_ Yo siempre quise ser mujeriego, pero no me daba.
_ ¿La pinta?
_ No, no, la pinta no... bah, creo que no... no soy feo... simplemente nunca supe cómo hacer un levante... pero no, no soy feo... bah, ¿usted piensa que soy feo¿
_ Lo que yo piense no importa, lo que importa es lo que usted piense de usted mismo...
_ Y... yo creo que soy un pelotudo, que tendría que haber aprovechado... hubo un par de minas que se me regalaron, pero no me animé... y ahora, con el tiempo, me doy cuenta de que me quedé con las ganas. Qué sé yo, por lo menos para la anécdota; porque no creo que hubiese cambiado mucho mi vida.
_ ¿Y a usted qué le parece?
_ ¿Me pregunta en serio?
_ En serio, ¿qué le parece?
_ Y no sé, qué sé yo... por ahí sí...
_ ¿Qué habría cambiado?
_ Y no sé... por ahí no estaría casado con mi mujer... por ahí no estaría casado... o por ahí habría terminado enyuntado con la primer atorranta que me tumbaba... yo creo que también tenía un poco de ese miedo...
_ ¿Qué miedo?
_ Y... no poder cortarla... no saber cómo... Había minas que me tiraban onda, pero que yo sabía que no me interesaban en absoluto como para mantener una relación formal... y medio que yo tenía miedo de no poder cortar con ellas y terminar por siempre con una mina que no quería...
_ ¿Y usted quiere a su esposa?
_ No sé, sí... qué sé yo... Sí, la quiero... No estoy más enamorado de ella, pero la quiero... Es buena mina... muy buena persona... No sé...
_ ¿Y por qué no termina con su esposa si no está enamorado de ella? ¿Para qué seguir casado?
_ No, es que sí, la quiero, pero no sé... Usted sabe, es distinto... Ya son muchos años: el amor, la costumbre... todo se mezcla... Yo creo que si habría sido más mujeriego yo la valoraría más, porque conocería a otras minas... Sé que mi mujer es una mina de fierro, pero me parece que me quedé con ganas de más, de otras cosas... Esa curiosidad me tiene disconforme...
_ ¿Usted piensa que tendría que conformarse con la mujer que tiene?
_ No, bueno; si lo pone así... suena feo... No sé, yo la quiero; pero me habría gustado garcharme otras minas. ¿Cuál es el problema, loco? ¿Qué? ¿Ahora me va a juzgar usted también? Ya bastante tengo con que me rompan las bolas todos para que encima me hinche los huevos usted también... ¿Qué quiere? ¿que me sienta culpable? ¿Por qué me voy a sentir culpable si no hice nada? No ve, si ése es el problema; no hice nada: ¡nunca hice nada en mi vida! ¡La puta que lo parió! ¡Nunca hice nada, qué boludo! Qué vida al pedo, pero qué vida más al pedo... ni una mina, nunca... Cómo me cagó la vida mi viejo... Cómo me llenó la cabeza mi vieja... Si no iba a pasar lo mismo, yo no era mi viejo; ¿por qué habría de haber lastimado a todos como hizo él? Yo no digo de ser mujeriego para humillar a la mujeres; yo no digo de mentirle, engañarlas y maltratarlas... Lo que yo digo es garchar, disfrutar... pasarla bien... Pero me faltó eso, me lo perdí... Qué boludo, me lo perdí... Cómo me cagaron la vida... Y yo, qué pelotudo... Yo tengo que mandar todo a la mierda, mandarlos a todos a la mierda y listo; hacer la mía y ya está... ¿Para qué me hago mala sangre?
_ ¿Y qué va a hacer?
_ ¿Y qué sé yo? Nada, ¿qué voy a hacer? Si soy un pelotudo... ¿Qué se cree? ¿que voy a salir de acá y le voy a meter los cuernos a mi mujer? No, claro que no; si soy un pelotudo... Aparte, ¿con quién le voy a meter los cuernos? Si ni siquiera puedo hablar con una mina... No sé cómo hice para que mi mujer me diera bola... ¿Qué me vio? ¡¿qué me vio?! Qué boluda... ¿para qué se metió conmigo? Qué ganas de joderme la vida también... Qué hija de puta... Yo podría estar por ahí, haciendo cualquier otra cosa, pero no; ahora tengo que rendirle cuentas a esta boluda de todo lo que hago... Y lo peor de todo es que no hago nada... ¡e igual me celan! ¿Se da cuenta? Qué vida de mierda... Yo tendría que pegarme un tiro, por pelotudo... No merezco estar vivo, si total desperdicio mi vida...
_ ¿Y qué le gustaría hacer?
_ Nada, qué sé yo; nada... Me gustaría estar con otra mina, eso... Me gustaría terminar con ella... renunciar a mi laburo... Irme, irme a la mierda... Mandarlos todos a la mierda, que se vayan todos a la puta que los parió... Quiero estar solo, que nadie me joda... Quiero estar solo... No sé qué quiero... estoy cansado... Qué sé yo, me quiero ir a casa... Mejor cortemos, no tengo ganas de seguir hablando...
_ Si eso es lo que usted quiere...
_ Sí, no quiero hablar más, estoy cansado... No quiero pensar más...
_ Bueno, habíamos quedado en 50 pesos, me parece...
_ Sí, aquí tiene...
_ Gracias, ¿lo espero la semana que viene entonces?
_ Sí, seguro... hasta la semana que viene...

Deliracion 469: El cliché - 15

En el bondi de vuelta decidí que no quería quedarme en Córdoba; así que ni bien llegué a la estación, saqué pasaje para Villa Dolores. Quise hacer dedo, pero me aburrí o me desesperé (no me acuerdo) y tomé otro bondi lechero que salía hacia Villa Mercedes.

Me bajé en Merlo.

Me acordé de que mis viejos habían ido de vacaciones ahí cuando eramos chicos para celebrar sus diez años de casados, o algo así. Habían ido solos y nos habían dejado con los abuelos.

Llegué de noche y lo único que estaba abierto era el mercadito de una estación de servicio. Me pedí un café y me senté a comer alfajores. Tenía una necesidad inmensa de recordar algo de mi familia, algo realmente significativo. Pero recordé los asados y comilonas en casa y otros paradores de Rafaela; las navidades y años nuevos en el club de los bancarios; las salidas al centro de Rafaela; la fiesta patronal de San Antonio donde vivían los hermanos de mi abuelo. Recuerdos mancomunados, compartidos con tantos otros; más clichés, nada único, nada personal ni propio de mi familia.

Y de repente me acordé de una charla que tuve con mi viejo. Le recriminé que porqué no nos llevaba a pescar (como hacían unos amigos), y me respondió de una manera demasiado sincera y espontánea,  vacía de emociones (como un dique). "A mí nunca me llevaron a pescar", me dijo.